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¿Qué aporta la corrección automática al profesional de la edición? (parte 2)

12 diciembre, 2011 1 comentario

En la primera parte vimos que realmente las nuevas tecnologías de verificación textual pueden resultar muy útiles. Sin embargo, estas aplicaciones se definen como “herramientas de ayuda a la escritura” y no deberían sustituir nunca al profesional humano, sobre todo cuando exista un fin editorial. Todavía hoy en día quedan muchas tareas que la tecnología no es capaz de afrontar en el ámbito de la corrección.

¿A qué cosas deberemos seguir prestando atención?

En general, no podemos delegar en la tecnología aquellas tareas de corrección que tengan que ver con una lectura especialmente meticulosa y comprensiva: detectar oraciones ambiguas, descubrir incongruencias por descuido del autor (ej.: un personaje que tutea a otro y en determinado momento lo llama de usted), decidir si es necesario incluir una nota al pie, etc.

Y tendremos que seguir prestando atención a la llamada corrección técnica o de concepto. Esto es, al examen del texto respecto de su adecuación a las convenciones terminológicas del dominio al que pertenece. De hecho, esta revisión ni siquiera debería encargarse a un especialista en ortotipografía y estilo, sino a un profesional especializado en la materia de que se trate (un médico para revisar un manual de medicina, un informático para verificar un texto sobre tecnología, etc.).

A pesar de todo, debemos saber también que actualmente las tecnologías del lenguaje están concentrando esfuerzos en el terreno del tratamiento semántico de la información y el reconocimiento de anáforas y correferencias, por lo que auguramos que en un futuro no muy lejano podremos contar con nuevas e interesantes mejoras para detectar ciertas ambigüedades o inadecuaciones léxicas.

¿Por qué un profesional de la edición también debería utilizar la corrección automática?

Asumiendo la ingente tarea que supone “corregir un texto”, parece interesante que los profesionales del sector no se limiten al manejo de diccionarios, gramáticas y otros textos de referencia para realizar su labor; las nuevas tecnologías de corrección automática también les serán de gran ayuda:

  • para ahorrarse algunas tareas tediosas o asequibles por el corrector
  • para centrar su dedicación en lo que requiera procesamiento humano
  • para aumentar la calidad de la corrección final
  • para reaccionar más cómodamente ante los plazos impuestos por la editorial

En definitiva, para aumentar su productividad y sus ingresos, preservando la calidad de su trabajo.

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¿Qué aporta la corrección automática al profesional de la edición? (parte 1)

Cuando hablamos de un corrector humano hablamos de un profesional encargado de revisar material escrito por un autor con el fin de asegurar que el lector reciba el mensaje con claridad y sin errores.

Teóricamente, durante el proceso de edición deberían atenderse, como fases sucesivas e independientes, revisiones textuales de diversa índole, a saber: la corrección ortotipográfica, la corrección de estilo, la corrección de concepto y, si se trata de una traducción, también la revisión de la traducción. En toda editorial que se precie, esto se sabe, pero solo en algunas se asume. La realidad es que en muy pocas ocasiones la casa editora encarga convenientemente cada tipo de revisión a un profesional especializado. Lo habitual es que “el corrector del texto equis” sea “corrector por triplicado” y él, y solo él, se convierta en el demiurgo mediador entre las ideas y lo legible que se encargue de la ingente tarea que deberían haber realizado tres o cuatro especialistas. La retribución por ello: unos setenta y dos céntimos de euro por cada millar de matrices (o caracteres, incluyendo espacios) para primeras pruebas en pantalla, y alrededor de cincuenta y cinco céntimos si son galeradas, esto es, segundas pruebas en papel. A fin de cuentas, cinco o seis euros la hora (en los casos más productivos).

Por tanto, sí parece interesante que estos demiurgos de la edición contemplen cualquier opción que pudiera ayudarles a aumentar su productividad, salvaguardando la calidad de su trabajo.

¿Qué pueden aportar las tecnologías de verificación automática de texto durante el proceso de corrección editorial?

Asumiendo el desprecio que tradicionalmente han venido demostrando filólogos y otros profesionales de la lengua por todo lo que suene a “corrección automática”, hemos de advertir de lo injusto de la opinión cuando se trata de prejuzgar una aplicación de última generación. Por suerte para los amantes del lenguaje, las nuevas tecnologías de Procesamiento del Lenguaje Natural han permitido que actualmente existan correctores capaces de verificar, con gran cobertura y precisión lingüísticas, tanto la adecuación de un escrito a la norma ortográfica y gramatical, como (en función de los niveles de procesamiento que incluya la aplicación) la revisión de no pocos aspectos ortotipográficos y de estilo. Por otro lado, la mayoría de estas aplicaciones ofrecen la opción de no reescribir automáticamente el texto para delegar en el usuario la decisión sobre la conveniencia o no de las propuestas que ofrece el asistente.

¿Qué cuestiones alcanza a atender hoy en día la corrección automática?

  • En revisión ortográfica y ortotipográfica: una buena base léxica asegurará una alta cobertura ortográfica. Esto evitará en gran medida los falsos avisos sobre palabras que existan (aunque sean poco utilizadas) e incluso verificar la manera correcta de escribir nombres propios nacionales o extranjeros (ej.: topónimos, antropónimos, instituciones, nombres comerciales, etc.). Cabe mencionar además que muchas de estas herramientas incluyen un diccionario personal editable mediante el cual podemos sumar a la base léxica las voces que a priori el corrector no reconoce. Por otro lado, gracias a la cada vez mejor sensibilidad contextual de estas nuevas aplicaciones, son capaces de detectar errores relacionados con pares homófonos y diacríticos. En cuanto otro tipo de aspectos de orden ortotipográfico, un verificador automático hoy en día puede indicar la conveniencia de cursivas (ej.: sobre voces extranjeras), cotejar la apertura y cierre de pares de signos (comillas, paréntesis, corchetes, etc.), avisar sobre secuencias no permitidas de signos de puntuación, verificar ciertos usos de mayúsculas y minúsculas, revisar el espaciado (dobles espacios, exigencia de espacio o adyacencia entre signos ortográficos y palabras), etc.
  • En revisión gramatical: gracias al aumento de su capacidad desambiguadora, los correctores de última generación son capaces de detectar gran cantidad de errores de concordancia a distinto nivel oracional, además de otro tipo de violaciones de índole sintáctica como puedan ser la incompatibilidad entre tiempos verbales, la no obediencia de recciones (o exigencias) preposicionales, etc.
  • En revisión de estilo: sugerirán recomendaciones de uso para expresiones o variantes ortográficas menos preferidas, avisarán ante posibles impropiedades léxicas, registros demasiado coloquiales, propondrán alternativas a extranjerismos y voces extranjeras, reaccionarán frente a fenómenos que puedan complicar la lectura (uso abusivo de preposiciones, repetición de palabras, frases demasiado largas, redundancias, uso injustificado de tecnicismos, etc.).
  • En revisión de traducción: por ejemplo, la detección de calcos morfosintácticos entre lengua de origen y lengua meta, el aviso sobre adaptaciones gráficas incorrectas de voces extranjeras, advertencia sobre posibles falsos amigos, etc.

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¿Qué le queda al corrector humano?

Descúbralo en la segunda parte.